VIAJE TRANSAHARIANO OCTUBRE 2011

Hace un par de años me saqué de la manga un viaje en otoño con la excusa de liquidar un coche que me habían regalado y desde entonces lo vendo en mi entorno familiar como "el tradicional viaje de octubre". Hasta ahora ha colado, con algunos reparos.

Salí de casa una mañana de octubre en compañía de un amigo con la incómoda sensación de que había olvidado algo.

A la entrada de Madrid nos pilló un gran atasco.

Paramos en una gasolinera cerca del Campo de las Naciones para recoger unos tractel que me había encargado otro amigo con el que había quedado al sur del Sahara Occidental. La persona que me los entregó se disculpó porque no me había traído pegatinas. En ese momento me acordé de lo que había olvidado: las pegatinas. Y no únicamente para ese viaje, sino para todos los viajes que había hecho durante los 10 años que había tenido el Toyota. Ahora que me disponía a venderlo, perdía definitivamente la oportunidad de experimentar la sensación de ir forrado con pegatinas. Siempre me había preguntado si con pegatinas el coche ganaría potencia, consumiría menos o ligaría más. Ya nunca lo sabré.

En cierta ocasión alguien me dijo que los cuatreros estaban abandonando África y no entendí a quiénes se refería, porque en África se siguen produciendo los mismos asaltos que antes. Luego me enteré de que los cuatreros son los aficionados al 4x4. Desde que terminaron las carreteras que unen Nouadhibou con Nouakchott y Ayoûn el Atroûs con Bamako ya casi no utilizo la tracción a las cuatro ruedas. De hecho cuando viajo con el camión desmonto la transmisión delantera porque no me hace falta. Para mí un vehículo solo es un medio de transporte y si tuviera que identificarme con alguna de sus funciones o piezas me daría igual ser un motorero, un volantero, un ruedero, un cajadecambiosero o un embraguero, con lo mal que suena eso.

Pasamos por la embajada de Mauritania para recoger nuestros pasaportes y tomamos la N-IV en dirección Sur tragándonos otro gran atasco.

Paramos en un restaurante y tomamos café en su terraza mientras contemplábamos el otoño sobre las laderas de las montañas de Despeñaperros. Pronto la A-4 cambiará su trazado con nuevos e impresionantes túneles y puentes. Me pregunté qué será de ese restaurante, si lo trasladarán o si sus trabajadores se quedarán en la calle. Vivimos tiempos difíciles y hay que adaptarse a los cambios para sobrevivir.

Cenamos en el restaurante La Casona y dormimos en Estepona.

Al día siguiente fuimos a la estación marítima del puerto de Algeciras y compramos billetes para el barco de las 11 a Tanger con la naviera Comarit, la más barata. Pero cuando llegamos al embarcadero nos dijeron que lo habían suspendido. Reclamamos y por el mismo precio embarcamos en otro ferry más moderno y veloz de otra naviera.

Cruzamos el Estrecho y atracamos en el puerto de Tanger, donde nos esperaba otro descomunal atasco. Tardamos cuatro horas en cumplimentar los trámites de entrada en Marruecos. Cogimos la autopista y llegamos de noche al camping Ferdaous de Marrakech.

Al día siguiente salimos temprano y atravesamos un inmenso palmeral plantado durante la dinastía almorávide.

La bruma cubría sus 100.000 palmeras al amanecer.

Retomamos la autopista hasta Agadir atravesando las montañas del Alto Atlas. En Tiznit fuimos al barbero, que nos cortó el pelo por un euro. Compramos fruta y continuamos por las montañas del Anti-Atlas hasta Bouizakarne, desde donde en un futuro espero que no muy lejano tengo planeado iniciar un viaje transahariano en bici con un grupo de amigos. Para eso necesito vender mi IPV 4x4 y comprar otro vehículo que podamos conducir con carnet de coche turnándonos, pero nadie parece interesarse por él.

En Guelmim hicimos fotocopias de nuestra ficha de viaje para ir entregándolas en los controles y subimos al montículo del cementerio antiguo para contemplar la ciudad.

Atravesamos Tan-Tan y paramos cerca del aeródromo para admirar el paisaje.

A partir de El Ouatia la carretera discurría paralela a la costa. En la desembocadura de un río vimos flamencos comiendo crustáceos y algas con sus picos curvos. Nos acercamos despacio hasta que echaron a volar.

Cenamos en el restaurante La Perla de Laayoune y dormimos en uno de los bungalows del complejo Le Champignon de Foum el Oued.

A la mañana siguiente paramos a ver el Que Sera Sera y me acordé de la película de Alfred Hitchcock "El Hombre Que Sabía Demasiado". Algunas de sus escenas fueron rodadas en la plaza Jamaa el Fna de Marrakech.

Pensé que saber demasiado solo acarrea problemas. La experiencia solo me ha servido para enseñarme que la experiencia no sirve para nada. Al final solo queda la música.

Antes de llegar a la desembocadura del oued Craa tomamos una pista a la derecha que nos condujo hasta un acantilado. A la derecha se veía una pequeña cala.

En el centro había un poblado de pescadores desierto.

A la izquierda había una extensa playa que terminaba en unos acantilados que se perdían en el horizonte.

Llegamos al puesto fronterizo que Marruecos ha instalado al sur de la antigua provincia española del Sahara Occidental. Tardamos bastante en salir porque la red se había caído. Ahora todo está informatizado, incluso las redes. Nos ofrecimos a echar una mano para levantarla pero no hizo falta porque se arregló sola. Los mejores problemas son los que se solucionan solos. También ayudó la fibra óptica que Maroc Telecom está llevando desde Francia hasta Mauritania, un obrón de 1.300 millones de dólares.

Fuimos a Nouadhibou y nos alojamos en el camping Abba, que recibe su nombre en honor al famoso grupo sueco. Nos reunimos con nuestros compañeros de viaje, que habían salido de Dénia unos días antes, y cenamos en un restaurante chino cercano.

Al día siguiente salimos temprano por el camino del cementerio evitando la salida principal para no llamar la atención y tiramos hacia Nouakchott a buen ritmo.

Pasada la supuesta zona de peligro paramos a descansar en un tranquilo poblado de pescadores llamado El Mhaïjrat, donde fotografié una red todavía sin informatizar.

Estuvimos poco tiempo porque no queríamos correr el riesgo innecesario de acabar siendo protagonistas de ningún medio de comunicación sensacionalista. Curiosamente la opinión pública española suele criticar más a los secuestrados que a los secuestradores, y en caso de  sufrir algún percance ya veíamos los titulares:

ATRAVIESAN ZONA DE GUERRA Y PARAN A COMER.
Su único rastro es un envoltorio de embutido ibérico, que estaba caducado. Probablemente eran las sobras de un viaje anterior. No se puede ser más cutre.

Atravesamos la capital de Mauritania sin contratiempos y nos dirigimos hacia el Sur parando únicamente a llenar los depósitos de combustible. A 150 km de Nouakchott tomamos una bonita pista que salía a la derecha y llegamos Keur Massene.

Entramos en el Parque Nacional de Diawling, donde fuimos cariñosamente recibidos por una simpática familia de facóqueros.

Llegamos de noche al puesto fronterizo de Diama y nos enseñaron una circular en la que se recordaba que no teníamos derecho a entrar en Senegal con nuestros vehículos sin el C.P.D.

El Carnet de Passage en Douane es un documento que expide entre otros el RACE. Para obtenerlo hay que depositar en un banco una fianza equivalente al valor del vehículo. Es un antiguo invento occidental actualmente abandonado en la mayor parte de África. Conlleva unos gastos notariales y de gestión que solo benefician a los que ya tienen bastante dinero, por eso casi nadie lo utiliza. Senegal lo implantó para impedir que los viajeros vendieran sus vehículos sin pagar aduana, pero nosotros no teníamos la menor intención de vender nada en Senegal, solo estábamos de paso.

Preguntamos por otra opción legal que ya he utilizado en ocasiones anteriores y que consiste en atravesar el país con un escolta de la aduana. El servicio de escolta hasta la frontera de Malí para varios vehículos cuesta oficialmente 220.000 francos CFA, equivalentes a 336 euros por viaje. Pero el listo de turno quiso cobrarnos esa cantidad por vehículo, así que montamos la tiendas de campaña y nos echamos a dormir.

Al día siguiente el tema se solucionó y entramos en Senegal.

Después de Ndioum paramos a descansar y pude observar algunos de los efectos de la implantación en Senegal del Carnet de Passage en Douane. Al impedir la entrada libre de vehículos se dificulta su importación, y los pocos que logran entrar son sobreexplotados. Eso se traduce para la población en incomodidades, inseguridad, lentitud, falta de repuestos, carreteras infrautilizadas que se degradan y nadie repara, etc.

Senegal no es mi país y si quiero entrar debo acatar sus normas. No me supone un gran problema porque al fin y al cabo solo estoy de paso. Los senegaleses que sufren diariamente las consecuencias de ese tipo de normas tienen más paciencia que el santo Job. Aunque si nos ponemos a buscar, seguro que en España pasan cosas parecidas.

Cenamos y dormimos en el hotel Oasis du Fouta de Ouro Sogui.

Al día siguiente llegamos a Kidira, hicimos los trámites de salida de Senegal y entramos en Malí. El pequeño y agradable paso fronterizo que conocí por primera vez en marzo del 98 se ha convertido en una mega frontera con interminables filas de camiones en ambas cunetas. Los atascos son incluso peores que en Madrid y para evitarlos debíamos hacer malabarismos por pistas de trial.

Fuimos al puesto de la policía y estuvimos esperando nuestro turno de pie hasta que apareció un enorme agente que echó de un banco sin contemplaciones a un grupo de mujeres con bebés en brazos entre las que había alguna embarazada para que nos sentáramos. Alguien comentó que ese hombre era un sentimental, otro dijo que estábamos ante un auténtico caballero de los que quedan pocos y un tercero añadió que "son sus costumbres y hay que respetarlas" antes de dispersamos de pura vergüenza.

Pepe y yo entramos directamente en la garita para que nos sellasen los pasaportes y nos largamos pitando hacia Kayes.

La carretera que financió la Unión Europea hace un lustro ya está llena de baches. A su deterioro han contribuido los cientos de camiones que durante estos últimos años han estado llevando material desde el puerto de Dakar hasta Bamako para la construcción de un nuevo puente sobre el río Níger, una obra financiada por los chinos.

Pasamos Kayes y paramos a descansar a la sombra de un baobab.

Nos cruzamos con un rebaño de vacas.

Condujimos hasta que se hizo de noche y para mayor seguridad montamos nuestro campamento cerca de una gasolinera en Lakamane. Últimamente se han producido asaltos a viajeros en esta carretera y no es conveniente circular de noche.

Amaneció un nuevo día y retomamos la carretera hasta Diema, donde paramos a desayunar.

Continuamos hasta Bamako y nos sumergimos en su denso tráfico hasta la embajada de Nigeria para solicitar visados, que nos concedieron en una hora. Nos alojamos en un hotel cercano y aproveché la tarde para negociar unas tallas de madera que finalmente no conseguí comprar porque me pedían mucho dinero. El incremento del precio del oro en todo el mundo ha desatado una febril búsqueda del preciado metal en Malí y casi todos tienen su pequeña reserva. Por lo visto mi dinero ya no es tan apreciado como antes.

Al día siguiente salimos hacia Sikasso por una carretera en obras que estaban arreglando los chinos. A cambio se llevan del país materias primas y obtienen descuentos en los aranceles para vender sus productos.

Paramos a comer en las cascadas de Farako.

El río tenía la mitad de su caudal habitual. Este año ha llovido poco y las cosechas han sido paupérrimas. Se avecinan tiempos difíciles.

Entramos en Burkina Faso por la frontera de Koloko y llegamos a Bobo-Dioulasso. Ximo me comentó que quería comprar un djembé y le presenté a mi proveedor habitual. Le mostró dos tambores que acababa de montar con piel de vaca, más dura que la habitual piel de cabra. Me gustaron tanto que le hice un encargo para recoger en el siguiente viaje. Cenamos en el restaurante Dankan y sobamos en el hotel Soba.

Al día siguiente salimos hacia la capital de Burkina Faso y durante un descanso nos adelantó un grupo de gallinas motorizadas, destinadas probablemente a ser ingredientes principales de uno de los platos típicos africanos: poulet a la Mobilette.

Atravesamos Ouagadougou y tomamos la carretera hacia el Este.

Paramos a comer a la sombra de un enorme baobab y unos pastores Peul vinieron a saludarnos.

Fuimos hasta Fada-Ngourma y nos desviamos hacia el Sur. Cruzamos la frontera con Benín y llegamos a Natitingou.

Nos alojamos en el hotel Tata-Somba. Pensamos que estaba vacío, así que sacamos nuestras provisiones y nos dimos un merecido banquete en la terraza de la piscina, frente a las habitaciones. La sobremesa se alargó con cerveza Beninoise y estuvimos charlando hasta tarde como solemos hacer los españoles: en voz alta. Además había buen rollo, por lo que no faltaron sonoras carcajadas. A la mañana siguiente durante el desayuno apareció un numeroso grupo de jubilados alemanes y nos alegramos de que al menos durante la cena a nadie se le ocurriera ponerse a cantar.

Al día siguiente fuimos a Djougou. Nos dijeron que la carretera principal estaba en obras, así que continuamos por una bonita pista hacia el Norte.

El paisaje era impresionante.

Compramos plátanos en Pehonko.

Paramos a descansar a la sombra de un espectacular árbol en Kérou.

Un hombre molía grano.

A la salida de Kérou un estrecho puente cruzaba el riachuelo.

Finalmente llegamos a la zona cinegética de Djona en el norte de Benín, al sureste del Parque Nacional W, y nos alojamos en el campamento de Pepe, un remanso de paz a orillas del río Alibori.

Las habitaciones eran muy confortables y la temperatura por la noche era perfecta para descansar.

Al días siguiente mientras los demás acompañaban a Joaquín hasta Kandi para comprar maderas con las que construir soportes para depósitos de agua y tejadillos para las cabañas, pedí prestado un indestructible kayak de plástico y me fui de excursión río arriba.

Remé hasta unos rápidos y cuando ya no pude avanzar más me dejé llevar por la corriente mientras observaba animales y escuchaba los sonidos del bosque.

Una enorme cigüeña acariciaba el agua con las puntas de sus alas.

De vuelta conocí al pescador que nos traía enormes capitanes para comer.

Al día siguiente hice una excursión andando y me crucé con este camaleón.


El río Alibori no tenía nada espectacular, pero ejercía sobre mí una poderosa atracción y siempre acababa en él.


Me hacía sentirme bien.

Otro día un guía me llevó hasta un pantano en el Parque Nacional W para ver elefantes, pero cuando llegamos ya se habían ido. Solo quedaban sus huellas, otra vez será.


Al amanecer la bruma del palmeral de Marrakech bajaba hasta el río y nos cubría al pescador y a mí, anunciando que el final se encontraba cerca.

Al cabo de unos días la atracción que sentía por el río Alibory se convirtió en una obsesión que llenó mis manos de ampollas. El último día fui río abajo hasta unas piedras que me cortaron el paso.

Después de cenar nos reuníamos alrededor de la hoguera. Fueron días tranquilos en los que constantemente tenía la impresión de que recordaría con nostalgia el resto de mi vida, y no me equivoqué.

Después de cuatro jornadas de descanso hicimos el equipaje para continuar hacia el sur de Camerún, destino final del viaje. Teníamos previsto entrar en Níger por la frontera de Malanville y atravesar el país hasta Diffa para cruzar 350 km de Nigeria hasta la frontera de Camerún. Nigeria es un país problemático y solo queríamos tocarlo de refilón.

Pero cuando estábamos preparándonos para la cena de despedida nos enteramos de que los fundamentalistas islámicos de la secta Boko Haram habían matado a 70 personas en Maiduguri, ciudad por la que teníamos previsto pasar, así que aplazamos sine die la segunda parte del viaje.

De camino hacia Cononou para tomar un avión que nos llevaría de regreso a España el conductor del vehículo en el que viajábamos paró en una gasolinera ilegal que una señora había montado en el patio de su casa, algo habitual en Benín. Me llamó la atención que cocinase con leña junto a unos bidones mientras los niños correteaban alegremente. Me dijeron que de vez en cuando se producen incendios en esos surtidores clandestinos.

Me pregunté quién es el responsable de que niños como esos puedan acabar horriblemente calcinados, si la multinacional que extrae el petróleo, los ladrones que agujerean las tuberías de combustible, los contrabandistas que la traen de Nigeria, la señora que la vende, los compradores, el gobierno por no impedirlo o yo por limitarme a contarlo. Es decir, prácticamente todos menos los niños.

Llegamos a Cotonou y nos despedimos con gran pena de Pepe agradeciéndole los buenos e inolvidables ratos que nos había hecho pasar. Rafa y yo tomamos esa misma noche un avión de la Royal Air Maroc para regresar a España.

A finales de diciembre el portavoz de Boko Haram diría después de otro atentado en Nigeria que "nunca habrá paz mientras no se cumplan nuestras exigencias: liberación de nuestros hermanos encarcelados, aplicación de la Sharia, supresión de la democracia y la Constitución".

África cuenta con un amplio y variado catálogo de problemas y sus víctimas siempre son los más desfavorecidos. En su tierra enrojecida por la sangre de los inocentes chocan intereses y las grandes potencias negocian sin tener en cuenta el sufrimiento de los más débiles, tal y como explica Tiken Jah Fakoly en su canción "Plus rien ne m'etonne". Hay multinacionales que saquean países, gobernantes que roban a sus ciudadanos, minorías reprimidas, pueblos que luchan por su independencia, narcotraficantes sin escrúpulos y todo tipo de injusticias, pero una injusticia no repara otra. Los yihadistas que secuestran y matan no son los defensores de los oprimidos ni reparan injusticias ni luchan por la libertad, solo son un problema más.

Mucha gente culpa a Occidente de todo lo malo que ocurre en el mundo. Justifican o al menos no condenan los atentados de los yihadistas por considerarles enemigos de sus enemigos y proliferan teorías conspiratorias como la de Diagne Roland Fodé. Además prácticas de guerra sucia como las que se llevaron a cabo en Argelia a finales del siglo pasado atribuyendo a los islamistas horribles matanzas para justificar la brutal represión contra los que habían ganado las elecciones, empeoran la situación y crean confusión en la opinión pública. Para solucionar este problema, si es que tiene solución, no hay atajos.




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